domingo, 10 de agosto de 2014

PRIMERA PARTE: Capítulo Segundo: PRE HISTORIA PISQUEÑA: V.- Las ruinas de Tambo Colorado. Contribución al estudio de la arquitectura incaica

V.- LAS RUINAS DE TAMBO COLORADO, CONTRIBUCIÓN AL ESTUDIO DE LA ARQUITECTURA INCAICA


A lo largo del camino de Castrovirreyna y al pie del rio Pisco o Chunchanga, se levantó en tiempos de los incas, las construcciones de un tambo, que se conoce hoy con el nombre  de “Tambo Colorado” nombre que debe sin duda alguna al color de los muros pintados que hasta el presente conservan su color rojo.

Las ruinas están a pocos pasos del río; se protegen de la invasión de sus aguas que recorren un curso cambiante por espesa muralla de albañilería. El cerro se levanta a poca distancia de manera que la construcción ocupa todo el espacio comprendido entre el cauce y el cerro sobre cuya ladera se hiergue la parte más importante de las ruinas dominándolas completamente. El pueblo ocupa de esta suerte, toda la vera del río controlando el paso de viajeros objetivos perseguidos por los incas, desde que como tambo había de servir de alojamiento a los mandatarios y huestes que recorrían el territorio conquistado.

Esta parte de tambo es de plano regular en cuadro de sesenta metros de lado, contiene grupo de habitaciones de distintas características, todas ellas elevándose paulatinamente por expiantadas a las que se alcanza por graderías y rampas, hasta la parte empinada e intransitable del cerro. Todo hace presumir que en esta parte del pueblo estaban dispuestos los alojamientos para la gente de calidad jefes y capitanes del inca, depósitos para sus víveres y bagajes viviendas de cuncubinas y mujeres, habitaciones de sacerdote y hechiceros corrales para las bestias de carga o animales destinados a los servicios heliacos y especies para ceremonia religiosa, a este palacio se ingresa por una sola y única entrada con frente a una gran explanada y que estaba protegida por doble puerta y vigilada por guardianes apostados en habitaciones preparada para ello.

La gran explanada de forma irregular, estaba cerrada por sus cuatro lados por elevados muros, dos entradas permitían el ingreso o salida dl pueblo, dos entradas permitían el ingreso o salida del pueblo hacia el mar o hacia la sierra y estas estaban cuidadas por los camayos y ahí se alojaban los chasquis o correo del inca. Los muros de una gran entrada tienen una hermosa característica oriental, dichos trapezoides dobles de 30 centímetros de ancho por uno cincuenta de alto que se distribuyen regularmente en todo su paramento.

Al fondo de la gran explanada como buscando una distribución teatral se levanta una terraza sobre la que el altar, cuyas ruinas de edificio levantado por los incas en las costas yungas, es un pequeño rectángulo formado por muritos de adobes y piedra (pirca) con una abertura en la parte delantera como para poder hacer fuego debajo de una parrilla e incendiar las ofrendas, a la derecha a lo largo del muro que cierra el palacio anteriormente descrito, existía una galería abierta a la explanada sobre elevado nivel de ésta, 30 cm y, de la que quedan huellas de su techado en los muros y pillares que lo soportan. Se formaba así en este gran espacio destinado a las reuniones de la comunidad un lugar cubierto y protegido de los rayos solares por un cobertizo formado por toldos. A  la izquierda se desarregla un grupo de viviendas (G) (H) al parecer de menor importancia y erigidas para servir de alojamiento al pueblo, de plano más confuso e irregular, no tiene ni la característica ornamentales ni se elevan en terrazas dominadoras de la perspectiva del valle, como el primer edificio que hemos descrito, observándose sin embargo, cierta analogía simétrica en ambas distribuciones que son reveladoras del poco espíritu creador de los constructores incaicos, revela en todos sus edificios se ceñían a plano típicos, y en los numerosos levantamientos que de hecho he podido observar curiosas análogas muy especialmente entre los palacios y templos que los incas erigieron en la costa después de conquistar a los pueblos yungas.

Al fondo de la explanada haciendo frente al altar, hay grandes espacios libres; corralones y pequeñas viviendas que como hemos dicho servían de alojamiento a los guardianes y tropas encargados de la custodia del tambo.

Las características ornamentales de esta construcción se aprecian en algunos dibujos que acompañan estas líneas. Los muros de casi todas las habitaciones están decoradas por nichos regulares y simétricamente colocados de doble fondos, están pintados con ocre rojo y amarillo, los muros están coronados por alamedas recortadas en forma trapezoidal o escalonado que extinguen así, los grupos de habitaciones unos de otros.

La casa del guardián ostenta un friso de típica ornamentación que se puede apreciar en los gráficos que ilustran esta página y que se puede apreciar en los gráficos que ilustran esta página y que se puede apreciar este pabellón se caracteriza por dos pisos resolviéndose el problema del techo, piso aprovechando la caña brava y la estera de carrizo tejidos, lo que da al piso extraordinaria resistencia. La construcción de la vivienda es de adobe en piezas regulares y voluminosas, labradas como hasta hoy en día se hace.

Los muros son espesos perfectamente enlucidos con barro y tierra de colores en lo que predomina el rojo, dinteles de piedra en los nichos y puertas, habitaciones bajas y pasajes estrechos dispuestos en forma defensiva todo revela cuidado esmerado, obra cuya reserva es digna de tomarse en cuenta.

Esta descripción se la debemos al Ing. Emilio Harth Terre.



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